Qué es la inflación y cómo afecta a tus ahorros en 2025
AHORRO E INVERSIÓN I 3 de agosto de 2020
La inflación es una de las cuestiones económicas que más titulares suele ocupar. Hoy, después de alcanzar niveles históricos en 2022, sigue moderándose. Sin embargo, aunque registre tasas más estables, la inflación sigue afectando directamente al bolsillo de los consumidores y mermando su poder adquisitivo. Por eso, es importante entender cómo funciona y cómo impacta en nuestros ahorros.
La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios durante un periodo determinado. Cuando suben los precios, el poder adquisitivo de la moneda disminuye, es decir, con la misma cantidad de dinero se pueden comprar menos cosas. Aunque una inflación moderada es normal, cuando se dispara o se mantiene elevada durante mucho tiempo, sus efectos pueden ser perjudiciales para consumidores y ahorradores.
En España —y en la mayoría de los países— la inflación se mide a través del Índice de Precios de Consumo (IPC), un indicador que publica mensualmente el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este índice refleja la evolución de los precios de una “cesta de la compra” compuesta por cientos de productos y servicios representativos del consumo habitual de los hogares: desde alimentos y transporte hasta ocio, vivienda y educación.
Las principales causas de inflación son las siguientes:
En 2025, la inflación sigue siendo una de las principales preocupaciones de los bancos centrales y los gobiernos, que deben equilibrar sus políticas para contener los precios sin frenar el crecimiento económico.
La trayectoria de la inflación en España en los últimos años ha estado marcada por una gran volatilidad, motivada por una combinación de factores externos e internos.
En 2020, en plena pandemia, la inflación registró cifras negativas, cerrando el año con una tasa del -0,5%. Fue un periodo de contracción del consumo, restricciones de movilidad y caída del precio del petróleo. Sin embargo, este escenario cambió drásticamente en los años siguientes. En 2021, la inflación repuntó con fuerza y cerró en el 6,5%, impulsada por la recuperación de la demanda tras la pandemia y los primeros cuellos de botella en la cadena de suministros global.
El año 2022 marcó un pico inflacionario muy destacado, con meses en los que la variación interanual del IPC superó el 10%, alcanzando su máximo en julio con un 10,8%. El encarecimiento de la energía, los combustibles y los alimentos básicos, sumado a la incertidumbre generada por la invasión de Ucrania, intensificó la presión sobre los precios. Fue uno de los mayores incrementos registrados en décadas.
En 2023, las medidas adoptadas para contener el alza —como la intervención fiscal, el aumento de los tipos de interés y las ayudas específicas a los sectores más vulnerables— surtieron efecto. La inflación comenzó a moderarse, cerrando el año en torno al 3,1%.
Esta tendencia se consolidó en 2024, que terminó con una tasa media del 2,8%, una cifra más próxima al objetivo del 2% fijado por el Banco Central Europeo (BCE). En el momento de redactar este artículo, de hecho, el último dato difundido por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúa la inflación subyacente en el 2%, ya dentro de ese objetivo, y la general en el 2,3%.
Una de las consecuencias más directas y menos visibles de la inflación es la pérdida de poder adquisitivo. No es necesario que suban de forma desorbitada los precios para que nuestros ahorros se vean afectados: basta con una inflación moderada y constante para que el dinero que guardamos hoy valga menos mañana. Pero, ¿cómo ocurre exactamente esta pérdida?
El poder adquisitivo se refiere a la cantidad de bienes y servicios que se pueden comprar con una determinada cantidad de dinero. Cuando los precios suben debido a la inflación, el dinero pierde valor: es decir, se necesita más dinero para comprar lo mismo que antes. Por tanto, si los ahorros no generan una rentabilidad al menos igual a la inflación, en la práctica se está perdiendo capacidad de compra.
Aunque la cantidad ahorrada siga siendo la misma en términos nominales, su valor real disminuye con el paso del tiempo. Esta pérdida es silenciosa, pero constante, y afecta especialmente a quienes mantienen su dinero en cuentas corrientes o productos financieros sin rentabilidad real positiva.
Para entender mejor el efecto, basta con observar qué ocurre con un ahorro de 10.000 euros mantenido sin rentabilidad durante varios años en un escenario de inflación media. Si la tasa anual de inflación es del 3%, al cabo de 10 años esos 10.000 euros habrán perdido cerca de un 26% de su valor real. Y, con una inflación del 5%, la pérdida supera el 40%.
Años | Valor real con 3% inflación | Valor real con 5% inflación |
---|---|---|
0 | 10.000 € | 10.000€ |
1 | 9.709 € | 9.524 € |
3 | 9.151 € | 8.638 € |
5 | 8.626 € | 7.739 € |
10 | 7.441 € | 6.139 € |
Este ejemplo muestra que, incluso con una inflación considerada "moderada", el impacto sobre los ahorros a medio y largo plazo puede ser muy significativo. Por ello, resulta esencial buscar alternativas que permitan, al menos, mantener el valor real del dinero a lo largo del tiempo.
Ante un entorno en el que el coste de vida aumenta progresivamente, una de las principales preocupaciones de cualquier ahorrador es cómo evitar que su dinero pierda valor con el paso del tiempo. La respuesta está en buscar alternativas que generen una rentabilidad superior a la inflación. No se trata solo de ahorrar, sino de hacerlo de manera inteligente.
Por ello, la planificación financiera se vuelve clave para preservar el valor real de los ahorros. El objetivo no es asumir riesgos innecesarios, sino entender que la única forma de contrarrestar la inflación es hacer que el dinero trabaje.
Una de las estrategias más habituales consiste en invertir en productos financieros que tengan potencial de crecimiento a medio y largo plazo. Aquí entran en juego desde los planes de pensiones y fondos de inversión, hasta carteras diversificadas con distintos tipos de activos —renta variable, renta fija, inversiones sostenibles, entre otros— y adaptadas al perfil de cada inversor. Además, existen productos gestionados por profesionales que ajustan las decisiones de inversión en función del contexto económico, algo especialmente útil en entornos cambiantes como el actual.
También es recomendable establecer objetivos claros y definir un horizonte temporal. Cuanto más a largo plazo se invierta, mayores son las posibilidades de compensar las oscilaciones del mercado y obtener rentabilidad real. Invertir no es solo una cuestión de ganar dinero, sino de protegerlo frente al desgaste silencioso de la inflación.
Es importante revisar periódicamente la estrategia de ahorro e inversión para asegurarse de que sigue alineada con el contexto económico y con las necesidades personales. Mantenerse informado sobre los registros de la inflación y actuar con criterio puede marcar la diferencia entre preservar o perder valor.
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