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Cuando un inversor toma decisiones financieras, además de realizar un análisis racional y crítico, en sus decisiones influyen diferentes mecanismos psicológicos, lo que se conoce como sesgos cognitivos. En este artículo analizaremos cuáles son los sesgos de inversión más usuales y cómo puedes minimizarlos en tus decisiones inversoras.

¿Qué son los sesgos cognitivos?

Los sesgos son trucos o atajos que nuestro cerebro usa para simplificar la gran cantidad de procesos mentales que lleva a cabo constantemente, como una forma de hacernos más llevadera la vida diaria.

El término sesgo cognitivo fue acuñado en los años 70 del siglo XX por Amos Tversky y Daniel Kahneman. Kahneman, catedrático de Psicología por la Universidad de Princeton, recibió en 2002 el Premio Nobel de Economía por sus aportaciones a la economía conductual o psicología económica. Junto a Kahneman, el otro nombre clave en la economía conductual es el economista Richard H. Thaler, cuyos estudios en este campo también fueron reconocidos con el Premio Nobel de Economía (en 2017).

Lo que estos autores ponen de relieve en sus estudios es que los sujetos no son seres plenamente racionales, sino que las emociones y la intuición tienen un papel fundamental en la toma de sus decisiones. Las investigaciones en este ámbito muestran que la mayoría de estos sesgos son predecibles.

Tipos de sesgos de inversión

Los expertos han documentado más de una docena de sesgos que influyen en el proceso inversor. Muchos de ellos han sido recogidos en el estudio del Instituto de Investigación de Credit Suisse y la Universidad de Zurich “Finanzas Conductuales: La Psicología de la Inversión”, del que son autores los profesores Thorsten Hens y Anna Meier. También la Comisión Nacional del Mercado de Valores los repasa en su guía “Psicología económica para inversores”. Estos son algunos de los sesgos de inversión más habituales:

  • Sesgo país. Es la predisposición de los inversores a comprar acciones de compañías que proceden de su país de origen. Estas acciones parecen más dignas de confianza puesto que los inversores crecieron conociendo los nombres de estas empresas, que también son mencionadas con más frecuencia en los medios locales de comunicación.
  • Sesgo de anclaje. Es la tendencia a dar más peso a la información obtenida en primer lugar que a una información nueva que la contradice. En inversiones, el efecto ancla es tener como única referencia el precio de entrada en una inversión. Si los mercados no acompañan, tener como referencia ese único precio puede provocar una toma de decisiones precipitada llevando al inversor a reembolsar en el momento menos adecuado presionado por dicha referencia. Otro ejemplo en el que se puede ver cómo funciona el sesgo de anclaje es cuando se presenta en primer lugar la rentabilidad pasada de un producto de inversión, lo que hace que no te fijes en otros aspectos del producto no tan positivos, como pudieran ser sus riesgos.
  • Sesgo de disponibilidad o atención. Este sesgo explica que las cosas (como productos, empresas y emisores) que se presentan con mayor frecuencia en los medios de comunicación serán recordadas más rápidamente por los inversores cuando buscan un instrumento de inversión adecuado. Del mismo modo creerás que hay más posibilidades de que se repita un acontecimiento con el que estás más familiarizado o que has vivido de cerca aunque realmente no sea así.
  • Sesgo de sobredimensionamiento de las pérdidas o de aversión a las pérdidas. Este sesgo hace referencia a la tendencia a considerar que las pérdidas pesan más que las ganancias. Según un estudio de Kahnneman y Tversky, nuestro cerebro percibe las pérdidas con una intensidad 2,5 veces mayor que la recompensa. Es decir, no te tomarás igual ganar 1.000 euros que perder idéntica cantidad porque el cerebro humano tiende siempre a sobredimensionar la pérdida.
    En la práctica, el sesgo de aversión a la pérdida puede hacer que no inviertas por el hecho que existe la posibilidad de que pierdas lo invertido, o bien que mantengas una inversión con mínimas perspectivas de recuperación con tal de no incurrir en pérdidas. También puede derivar en el efecto de miopía. Este caso sucede cuando estamos evaluando constantemente el valor de nuestra cartera y sobrerreaccionamos a las noticias de última hora. La miopía hace que el inversor pierda la perspectiva de su inversión.
  • Sesgo de contabilidad mental. Este sesgo explica que las personas organizamos y gastamos nuestro dinero en función de distintos criterios, como de dónde procede o a qué vamos a dedicarlo. La lógica dice que el dinero debería ser intercambiable, con independencia de su origen o el uso que se le quiera dar, es decir, un euro tiene el mismo valor provenga de donde provenga. Sin embargo, tu mente no piensa lo mismo y así, tratará de forma distinta un euro que hayas conseguido con tu esfuerzo que otro que provenga del azar. ¿A que te cuesta menos gastar 100 euros que hayas ganado en la lotería que 100 euros que procedan de tu nómina? Es lo mismo que pasa cuando organizas tu presupuesto separándolo en diferentes categorías: por ejemplo, comida, alquiler, ocio, ahorro. Normalmente tomarás tus decisiones financieras calculando el efecto sobre cada una de ellas y no sobre el ingreso general.
    De la misma manera, muchos inversores dividen sus inversiones en cuentas separadas (mentales y físicas). Como dice el estudio de Hens y Meier “a menudo, las pérdidas incurridas son consideradas de forma separada de las pérdidas en papel. Esto significa que la gente vende acciones de su cartera demasiado pronto cuando obtienen una ganancia y demasiado tarde cuando sufren una pérdida”.

¿Cómo actuar frente a los sesgos?

Aunque no se puedan hacer desaparecer, los sesgos a los que se ve sometido un inversor cada vez que decide qué hacer con su dinero sí pueden mitigarse. Para ello, los expertos señalan dos maneras:

  • con la adquisición de una adecuada formación financiera
  • con técnicas cognitivas que ayuden a interpretar de manera diferente los elementos que intervienen en la toma de decisión

Por ejemplo, una forma de minimizar los efectos del sesgo de anclaje podría ser realizando suscripciones periódicas y tener en cuenta que haber perdido o ganado dinero con una inversión en el pasado no es relevante para el desempeño futuro.

En cuanto al sesgo país, el inversor debería reflexionar sobre si este no está limitando sus oportunidades, y al igual que si tuviese que formar una selección con los mejores jugadores de fútbol, no sería interesante agregar inversiones de empresas de otros países a su cartera.

Para luchar contra el sesgo de disponibilidad, se aconseja preguntarse por qué se ha pensado en un instrumento en particular (para invertir) y pedir consejo a una parte neutral.

En referencia al sesgo de aversión a las pérdidas, la contramedida para luchar contra él es utilizar una estrategia de inversión a largo plazo y no permitir que sean las emociones las que nos guíen en materia financiera.
Por su parte, la solución para hacer frente al sesgo de contabilidad mental es recordar que el dinero es fungible, con independencia de su origen o uso previsto.

En definitiva, cuando hablamos de decisiones financieras, no solo es adecuado es adecuado buscar asesoría e información contrastada, sino que es imprescindible sopesar las ventajas y desventajas de las distintas opciones antes de tomar una decisión y no dejarnos llevar por los sesgos de inversión.

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