El futuro de la agricultura: retos agrícolas para el 2025
PYMES Y NEGOCIOS I 5 de diciembre de 2023
La agricultura ha sido fundamental para el desarrollo de la raza humana y la evolución de las civilizaciones. Pero en un planeta superpoblado, con el cambio climático amenazando nuestro bienestar y la digitalización, son varios los retos que desafían el futuro de la agricultura.
La actividad agrícola es determinante para nuestra supervivencia, pero actualmente está condicionada por numerosos factores que se presentan como los principales retos agrícolas para el 2025.
Estos retos, sin embargo, ofrecen oportunidades para la innovación y el avance tecnológico del sector primario.
Aunque, en general, los desafíos del sector agrícola son globales, España cuenta con unas características propias que definen su futuro, entre las que destaca la variedad de cultivos gracias a su variedad climática y de suelos. Los más habituales son los cereales (trigo, maíz o cebada), los olivos, los viñedos, las frutas (sobre todo cítricos) o las hortalizas (tomates, cebollas, pimientos...).
En términos cuantitativos, en 2023 la agricultura tuvo un peso total sobre el Producto Interior Bruto (PIB) de España de un 2,3%. En los últimos años, la producción se ha diversificado, destacando el potencial de la agricultura ecológica y las exportaciones.
La falta de formación, el relevo generacional, la dependencia de las ayudas europeas o los desafíos medioambientales son los principales problemas a los que se enfrenta el sector en España, que deberá buscar soluciones basadas en la sostenibilidad, la eficiencia y la productividad.
Son precisamente esos pilares de sostenibilidad, eficiencia y productividad sobre los que se asientan las tendencias agrícolas que marcarán el futuro. Para hacer frente a los retos que presenta el planeta a nivel global, el sector de la agricultura de los próximos años estará influenciado por factores como el cambio climático, la tecnología o las nuevas y crecientes demandas del mercado.
Las principales tendencias que definirán el futuro de este ámbito son la digitalización, la agricultura regenerativa, la economía circular, las energías renovables o la sostenibilidad.
Como en muchas otras industrias, la digitalización es un pilar fundamental para el futuro de la agricultura. El objetivo de aplicar las nuevas tecnologías al campo tiene como objetivo mejorar la eficiencia de los cultivos, optimizar los recursos disponibles y conseguir un ecosistema más sostenible.
Las principales tendencias en materia de digitalización de la agricultura son:
La sostenibilidad es la clave de la agricultura regenerativa como tendencia para el futuro. A grandes rasgos, consiste en restaurar y mejorar la salud del suelo, la biodiversidad y la calidad de los recursos naturales para favorecer la producción de alimentos saludables. Al mismo tiempo, aboga por la creación de comunidades agrícolas, siguiendo un principio de economía circular y social.
Los principios que sigue este tipo de agricultura se enfocan en minimizar el impacto sobre el suelo, mejorar la fertilidad o diversificar los cultivos. Todo ello a partir de la reducción de maquinaria pesada, utilizar abonos ecológicos, y verdes o mantener las cubiertas vegetales.
La agricultura regenerativa se rige por los principios de la agricultura tradicional con procesos menos agresivos, optimizando los recursos naturales, sin químicos y apostando por la biodiversidad del suelo como elemento de riqueza para los cultivos.
El aprovechamiento de los desechos, el reciclaje de nutrientes o la reutilización de residuos son algunos de los conceptos asociados a la economía circular en agricultura. La filosofía de base se asemeja al concepto de las tres R (reducir, reutilizar y reciclar).
El objetivo es buscar un enfoque sostenible y maximizar la eficiencia de los recursos. Difiere del modelo lineal tradicional en que la economía circular promueve una conciencia sobre el futuro del planeta en cada paso de la cadena de producción.
Energías renovables 2.0
Las energías renovables, aquellas que tienen su origen en una fuente orgánica, se han ido popularizando en los últimos años. Algunas, como la solar, están ganando presencia en los campos agrícolas, tanto es así que ha dado lugar al nacimiento de una nueva energía: la agrovoltaica. Esta nueva fuente energética aúna, en un mismo terreno, la explotación agraria con la generación de electricidad a través de la localización de placas solares en el espacio dedicado al cultivo.
Las ventajas asociadas a la energía agrovoltaica son importantes, ya que se maximiza el uso del terreno al dedicarse, al mismo tiempo, al cultivo y a la generación de energía sostenible. Esto se traduce en que esa explotación agrícola cuente con una fuente renovable de autoabastecimiento energético, lo que reduce significativamente los niveles de contaminación vinculados a su actividad. Por último, las propias placas solares se convierten en un elemento de protección para determinados cultivos a los que el impacto directo del sol puede provocar un daño en su crecimiento.
A la energía agrovoltaica se unen, en el caso de la agricultura, los cultivos energéticos para la producción de la bioenergía. Esta nueva fuente de energía orgánica implica el avance de una nueva modalidad de explotación agraria en la que, en lugar de dedicar los cultivos a la producción de alimentos para el consumo humano, se centra en la producción de aquellos fundamentales para la generación de una energía orgánica, renovable y limpia.
Muy vinculado al punto anterior se encuentra la necesidad de desarrollar la actividad agrícola desde la sostenibilidad medioambiental, económica y humana. La razón de esta afirmación la encontramos en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) suscritos por los estados parte de las Naciones Unidas y que se definen como “el plan maestro para conseguir un futuro sostenible para todos. Se interrelacionan entre sí e incorporan los desafíos globales a los que nos enfrentamos día a día, como la pobreza, la desigualdad, el clima, la degradación ambiental, la prosperidad, la paz y la justicia”.
Aunque son varios los ODS que se pueden relacionar de una manera u otra con la agricultura, en este artículo llamamos la atención sobre tres. En el objetivo Poner fin al hambre se presenta la agricultura como un aliado que no solo puede acabar con las hambrunas, también ofrecer mayor seguridad en la alimentación además de su potencial como impulso de las economías locales. A él se une el reto de Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles que nos obliga a desarrollar sistemas que faciliten seguir suministrando alimentos, así como energía, a una población cada vez mayor protegiendo el medioambiente y reduciendo los impactos negativos que la actividad humana pueda conllevar.
Por último, pero no menos importante, es relevante detenerse en el desafío de Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras, detener la pérdida de biodiversidad. Según la ONU “la expansión agrícola es el motor directo de casi el 90% de la deforestación mundial”. ¿Y qué implicaciones puede tener este ODS para la actividad agrícola? La necesidad de establecer un uso responsable del terreno dedicado al trabajo de los cultivos, en los que se cuide el espacio natural de tal manera que el daño medioambiental se reduzca y se promueva la protección de la biodiversidad del mismo.
Todas estas tendencias agrícolas que marcarán el futuro del sector están alineadas con el objetivo de hacer frente a los retos de la agricultura, que son, en general, los grandes desafíos que se presentan actualmente para todo el planeta.
Abordar los principales retos del futuro requiere de un enfoque integral en el que los profesionales y los gobiernos apuesten por la innovación y la investigación como piezas sobre las que construir las soluciones.
Como parte de la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC), España Circular 2030 se identifica la necesidad de avanzar en el desarrollo e implementación de tecnologías “basadas en la agroecología o en la agricultura inteligente y sostenible, en las que se conjuga eficiencia, preservación de los recursos, mantenimiento del entorno y competitividad”. Es decir, se está solicitando continuar trabajando en una agricultura 4.0, aquella que se sirve del big data y la inteligencia artificial para establecer sistemas predictivos que mejoren la toma de decisiones vinculadas a los cultivos.
Pero, además de hacer uso de esas nuevas formas de información que ayudan a definir planes de actuación con un mayor conocimiento de todos los condicionantes que, de manera positiva o negativa, pueden impactar en un cultivo también es clave ir adaptando la tecnología existente. Es decir, servirse de los sensores para controlar el nivel de humedad del terreno, lo que evita el desperdicio en el consumo de agua de un cultivo. Al mismo tiempo, las grandes plantaciones ya están utilizando los drones para supervisar su estado y evolución, gracias a la identificación de plagas y enfermedades en sus etapas iniciales.
A estas aplicaciones tecnológicas se une el láser, para medir el punto óptimo de maduración del cultivo, lo que permite realizar una cosecha mucho más eficiente y productiva, así como la robotización, que ya se ha instalado en algunos sistemas de recolección.
El incremento de la población a nivel mundial implica el aumento de la demanda de alimentos. En un planeta superpoblado, la agricultura del futuro debe aumentar la productividad sin perjudicar el medio ambiente ni agotar los recursos naturales.
Por otro lado, no todos los países gozan de la misma situación y el reparto de alimentos es desigual en las diferentes regiones. Por eso, junto a la demanda masiva de la población se presenta también el reto de la seguridad alimentaria y la desnutrición, que afecta a una buena parte de la raza humana.
Aunque los trabajos en el campo eran una de las profesiones más habituales hace unas pocas décadas, hoy en día los trabajadores del sector no tienen relevo generacional. Las zonas rurales se están quedando vacías de población y los trabajadores de menor edad no apuestan por el campo como una salida profesional.
A esto se suma la falta de formación y especialización de la cadena de producción.
Unido al incremento de la población mundial está la escasez de recursos naturales, especialmente del agua, algo que supone un problema crítico para la agricultura en muchas regiones. Al mismo tiempo, el cambio climático está reduciendo la cantidad de lluvia y eso supone una presión para las reservas hídricas del planeta y de los diferentes países.
Paralelamente, se está produciendo una pérdida de la biodiversidad provocada por los cultivos intensivos que merma los ecosistemas y es perjudicial, tanto para el propio sector agrícola, como para los animales.
Es el principal desafío de la humanidad hoy en día. El cambio climático afecta a los patrones de temperatura, precipitaciones y eventos extremos, que son tremendamente perjudiciales para los cultivos y provocan pérdidas millonarias para los agricultores.
Por otro lado, las plagas y enfermedades que afectan a las cosechas evolucionan y cada vez son más resistentes a los pesticidas. Lo mismo que la calidad de los suelos, cada vez más degradados debido a la erosión o la pérdida de nutrientes.
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